Cito la descripción de rutas en la página de los diferentes foros:
"Rutas
Id poniendo aquí rutas chulas que conozcáis, que sean bonitas, divertidas, etc. Cuantos mas datos deis mejor"
Y cito por que creo que lo que voy a contar se puede circunscribir en este aparatado.
Es una ruta.
¿ Chula ?, psss. Al chulo no lo vi. Pero por el trayecto, entre arbolitos, más de una meretriz sí que había.
¿ Bonita ?, había campo, catedrales, palacios, museos....
¿ Divertida ?, bueeeeeno, aquí cada uno tendrá su opinión. La mía es que para qué quiero pagar dinero por tirarme desde 100 metros con una cuerda. Para verdadero miedo no nay nada mejor que una ruta desde el sur hasta el norte de Madrid en moto a las 8 de la mañana.
¡ Y DE PAQUETE!
Los 40 minutos más acojonantes de mis últimos 39 años.
Pues bien, la cosa fue tal que así.
La semana pasada tuve que estar tres días en los madriles por un curso del trabajo y dado que tenía reserva para dos noches, que me había hecho la empresa y yo me fui el día anterior, me faltaba una noche de hotel por conseguir.
¿ Y qué mejor que gorronear a un amigo cama y manduca y así ahorrarme algunos euros? Pues eso que está muy feo es lo que hice.
Así que me fue a buscar el karra a la estación y con la X9, un servidor, la cartera y la bolsa de la ropa que incluía algunas prebendas como vinillo de la tierra y cecina, nos fuimos a tomar cervecillas por la capital del reino y alguna copilla posterior. MOmentos que compartí con algunos miembros más del foro que son gente de mal vivir y peor proceder. Y además tienen mando en plaza.
Después de un relajante descanso, cada uno en una cama, empezó la aventura.
Salimos del garaje del karra y no habíamos circulado 50 metros cuando ya nos encontramos un excelente atasco del que nos libramos con una hábil maniobra por el carril contrario que me permite contar las moscas que traía pegadas al cristal un autobús de la EMT que venía de frente. Seguidamente entramos en la Casa Campo, pulmón de la capital donde a las 8 de la mañana puedes ver a una señora de 70 años paseando un caniche o a 70 señoras terminando su jornada laboral o a tres colegas haciendo footing con calentadores. Inenarrable.
En medio de esta demostración de lo más cañí de madrí, vamos sorteando durante varios kms 90 mil coches que alucinan con mi desparpajo como paquete. Lo mismo me tumbo para evitar el retrovisor de un camión que me levanto para no notar mucho una alcantarilla o meto la cabeza en un TT para verle las piernas a una rubia buenísima. Reconfortantes palabras de los sufridos automovilistas al pasar a su lado, en las que te recuerdan a la madre o te desean que estraños objetos se te introduzcan por donde la espalda pierde su buen nombre.
Todo lo que se ve es alegría ( recuerdo que esto esta aconteciendo un lunes a las 8 de la mañana ), buenas maneras y educación por parte tanto de unos como de otros.
Va pasando el tiempo y acabamos saliendo a la M-30, creo. El increíble espectáculo de ver cómo le dan la vuelta a una ciudad como si fuera una tortilla. Ahora mismo han conseguido que se vea lo que está debajo de Madrid y lo que había en la superficie nadie lo encuentre. El día menos pensado aparece el Calderón con el césped boca abajo.
De ahí a la M-40. Sí, señores de provincias, en Madrid tienen más M que Movistar. ¿Y más grandes!
En la M-40 cambia todo, el cansino rodar de 6 km/h de media de la M-30 se convierte en un vertiginoso 11 km/h . Ahora ya no hay miles de coches, ahora hay decenas de miles y todos, todos quieren ir por donde vas tú. Si te pones en el carril de la izquierda, una DKW te quiere pasar por la derecha, si te pasas a uno del centro, el autobús de El Pardo se te mete delante y te obliga a frenar y cambiar a la derecha para ver cómo se te avalanza un camión de 35 tns que te obliga a sacudir un bandazo para colocarte detrás de la DKW.
Y esto mientras avanzas, que luego llega el momento de parar todos. Todos quietos. Esto me hizo recordar el relato de Cortazar:
“AL PRINCIPIO LA muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros; detenerse, charlar con las dos monjas del 2 CV …..”
Pero en Madrid no había chica del Dauphine y el ingeniero, en este caso del Peugeot 407 cupé, se cagó en nuestros muertos cuando nos apoyamos en el capó para no caernos por lo cerca que se ponía el del 2 CV.
El siguiente ¼ de hora no lo tengo del todo claro, pasó entre bocinas y camiones, entre hileras de menos de un metro de ancho en las que me parecía que en cualquier momento se iban a cerrar dos camiones y nos tendrían que sacar los bomberos con sacacorchos. Ahora un pie al suelo, ahora me apoyo en el coche, ahora toco el retrovisor o me paso al arcén hasta que a medio metro del muro de entrada a un tunel, me coloco detrás del Passat de la izquierda, para pararme de nuevo.
Torres a medio hacer, carreteras levantadas, túneles, puentes y coches, muchos coches.
Lo dicho, 40 minutos con el corazón en un puño y los huevos en los tobillos.
Al final llegué a el Campo de las Naciones y después de agradecer amablemente a Karra el viajecito me fui hasta el centro donde se impartía mi curso en metro.
Otros 40 minutos aplastado contra un cartel de telefónica con una señora con una maleta como un tanque de grande delante. Empujones por los pasillos, escaleras que no funcionan, uno con un acordeón, otro de seguridad como un armario de grande con un perro más grande que el armario y medio vagón leyendo el Metro News. El otro medio dormido.
En fin, que después de este ladrillazo sólo siento que a los tres días tuve que volver a la aburrida vida de provincias y como colofón y ya que era comienzo de puente tardé en salir desde la estación de Méndez Alvaro hasta la A6 casi una hora.
¿Port Aventura? Y una leche, visite usted Madrid.